“Estamos preparando a los estudiantes para trabajos que todavía no existen…que utilizarán tecnologías aún no inventadas. Para resolver problemas que ni siquiera conocemos aún” (Richard Riley, julio 2016).

Por Evelyn Mujica | Doctora en Educación y Cultura de la Universidad ARCIS

El fenómeno de la globalización y la irrupción de las TIC se constituyen como unos de los pilares de la sociedad actual. Podríamos hablar de la postmodernidad como un tiempo que se caracteriza por saberes efímeros, cambiantes, con nuevos lenguajes, todo colonizado por la sociedad digital que nos lleva a nuevas formas de producir conocimiento (Anderson, 2008¸ Voogt & Pareja-Roblin, 2012).

Bajo este escenario, donde los saberes están en constante transformación y circulación, es importante reflexionar sobre las competencias que deben tener los docentes y estudiantes. Si bien se han realizado esfuerzos para avanzar hacia una alfabetización digital, aún se mantiene una brecha respecto de sus oportunidades, usos y sentidos. El cambio, por lo tanto, radica en la formación de docentes “competentes digitalmente” que promuevan la innovación, flexibles y abiertos al cambio. Un docente que reflexione y analice críticamente las potencialidades y beneficios de incorporar determinadas tecnologías al servicio del proceso de enseñanza y aprendizaje (Ferrari, 2012; Selwyn, 2011).

Hoy el desafío se centra en la educación de ciudadanos(as) con habilidades y competencias para enfrentar el siglo XXI (Binkley et al., 2012; Schleicher, 2016), (Ananiadou & Claro, 2009). Un ciudadano(a) global y local, con un pensamiento crítico e innovador que aporte con sus ideas y conocimiento a la construcción de una sociedad más justa, humana y solidaria. Un ciudadano(a) que pueda aprender toda su vida de otros y con otros, con capacidad para comunicar sus ideas y trabajar colaborativamente, con habilidades para explorar, crear y producir conocimiento, utilizando tecnología.

La alfabetización digital, entonces, requiere de un análisis de los enfoques de aprendizaje que se consideran apropiados para adquirir tales competencias, en un mundo donde la conectividad digital aporta beneficios en distintos ámbitos de la vida, donde los progresos de la inteligencia artificial, la realidad aumentada y la robótica, entre muchos otros, están transformando la actividad humana.

En función de este panorama, queda preguntarnos cuál es la realidad de nuestro país en torno a estas competencias. Según un estudio de percepción sobre el uso de TIC en estudiantes de enseñanza media, realizado por la Agencia de Calidad de la Educación, se establece que los jóvenes actualmente tienen la habilidad de incorporar con destreza nuevos dispositivos tecnológicos. No obstante, se señala que “no son expertos en tecnología, lo que no significa que no sepan utilizar dispositivos, sino que no han desarrollado las competencias y habilidades digitales para desenvolverse en el mundo de hoy”.

Por otra parte, se señala que tal habilidad está determinada por el nivel socioeconómico del estudiante, ya que, a mayor nivel, se percibe un mejor manejo de la tecnología. Esta brecha, en efecto, es uno de los problemas a solucionar, pues la desigualdad no descansa en el acceso, sino en el uso y manejo de manera transversal de las TIC, problematizando a su vez, la existencia del “nativo digital”.

Finalmente, hay que incorporar estos desafíos en torno a la alfabetización digital para que la escuela del siglo XXI sean un lugar que cuente con las condiciones y herramientas para acotar tal brecha, donde los estudiantes de diferentes contextos y situaciones puedan acceder a nuevas formas de aprendizaje significativo.