La importancia de la innovación educativa en la Era Digital cruza el discurso actual, en especial cuando se establece como mecanismo de transformación de la práctica pedagógica, concepto vinculado a aquellos estilos de enseñanza y aprendizaje que cambian las formas tradicionales de aprender centradas en la transmisión de información, por modelos pedagógicos que promueven el análisis, la comprensión, la interacción y la construcción social del conocimiento.

Es una realidad que los docentes enfrentan cotidianamente demandas y retos para promover la innovación en sus aulas, preguntas como qué enseñar, cómo hacerlo, qué aportes hacer desde la didáctica, cómo integrar tecnología en la clase, cuál es el papel de las TIC en el proceso de enseñanza y aprendizaje, son algunas de las interrogantes que circulan y preocupan.

En mi recorrido por algunas escuelas de Chile, oportunidad para acercarse a las particularidades de cada contexto, he podido constatar la distancia existente entre el discurso académico en torno a la innovación y lo que realmente sucede en la práctica pedagógica. Si bien, reconocemos la importancia de contar con las competencias para favorecer el uso pedagógico de las TIC con el objetivo de desarrollar en los estudiantes habilidades indispensables para desenvolverse en la sociedad del conocimiento, es también un hecho no contar con esas competencias, en especial, frente al manejo de diferentes herramientas tecnológica con propósitos educativos. A pesar de que los docentes usan ciertas tecnologías con fines personales, no visualizan otras aplicaciones y metodologías en los procesos de enseñanza y aprendizajes, y más aún vemos clases centradas en la trasmisión de un saber repetitivo y estático.

Bajo este escenario, el avance tecnológico supone un cambio en qué y cómo enseñamos, y lo que esperamos de los y las estudiantes. La innovación, entonces, es un cambio planificado hacia el desarrollo de las posibilidades pedagógicas, hacia el desarrollo de las habilidades del siglo XXI. Un claro riesgo que debemos evitar es cambiar algo para que nada cambie, por lo tanto, resulta indispensable que los docentes resignifiquen su práctica pedagógica y tengan un cambio en la concepción del proceso de enseñanza y aprendizaje.

Frente a ello, la nueva tendencia metodológica se centra en el aprendizaje, lo importante ya no es que el o la docente enseñe, sino que los estudiantes aprendan. Pero el nuevo modelo no se queda ahí, supone también un cambio en lo que los jóvenes y niños debe aprender, un cambio requerido por el entorno, que ha modificado profundamente las competencias necesarias para enfrentar los desafíos de este tiempo.

Es necesario que los profesores posean las competencias acordes a las exigencias educativas actuales, cuenten con criterios de selección dentro de una serie de estrategias para intervenir intencionadamente en el aprendizaje de los alumnos, es decir, que conozcan, seleccionen, utilicen, evalúen, perfeccionen, recreen o creen estrategias de intervención didáctica efectivas con tecnología. Este enfoque propone un cambio de paradigma en las relaciones al interior del aula, donde ya no se entienda al profesor como fuente de conocimiento, sino como mediador del aprendizaje y todos los estudiantes puedan ser capaces de enseñar y aprender.

El desafío para el docente innovador de sus prácticas pedagógicas consiste en el uso y aplicación de la tecnología educativa, como instrumento capaz de asegurar el desarrollo de competencias que le permitan a los estudiantes resolver problemas, indagar e investigar, gestionar la información promoviendo el pensamiento crítico, la creatividad y comunicación.