Hoy la integración de las TIC en la educación formal es una acción relativamente consensuada, al menos a nivel de política educativa, es decir, el cuestionamiento actual no está en si integrarlas o no en los espacios educativos, sino que la mayor parte de la discusión se centra en cómo integrarlas para favorecer determinados aprendizajes que sean coherentes con los desafíos de la sociedad actual y futura.

En educación la pregunta sobre el cómo, al ser de orden metodológico, encuentra sitio en la dimensión didáctica de la enseñanza y con ello se corre el riesgo de señalar a los docentes como responsables únicos o finales y de invisibilizar preguntas fundamentales para la implementación de las prácticas, así como también para el abordaje reflexivo de los productos y relaciones que estas generan en términos de sus implicancias éticas y políticas de quienes las usan. En este sentido, la investigación puede tener un rol fundamental.

Sin embargo, la tendencia de la investigación respecto a la relación tecnología y educación se ha orientado casi exclusivamente a la evaluación de los impactos de su uso en las aulas, lo que sin duda otorga conocimientos relevantes y necesarios para mejorar, pero no son suficientes si problematizamos que las TIC no son únicamente una oportunidad que se integra por el hecho de ser actual, novedosa, motivadora o inevitable, sino que estas tienen un valor en tanto se disponen a formar parte de la solución de determinados problemas. Estos problemas y sus particularidades, que forman parte la vida de los sujetos, son los que comandarían el uso de la tecnología y no pueden ser definidos exclusivamente desde la política pública.

En un estudio en torno a las políticas digitales en educación en América Latina, las académicas María Teresa Lugo y Virginia Ithurburu de la Universidad Nacional de Quilmes en Argentina, dan cuenta de la heterogeneidad de las iniciativas existentes en los distintos países de la región, pero al mismo tiempo de la similitud de los desafíos respecto de las brechas de acceso y brechas de uso actuales. Uno de estos retos recalca la necesidad de la evaluación de procesos y resultados, mientras que otro, refiere la necesidad de elaborar una agenda compartida e interdisciplinaria para la investigación que permita articular y orientar los estudios respecto del cambio que produce en las instituciones la integración de TIC.

Se hace necesario entonces, que la investigación en esta materia al mismo tiempo que aborda interdisciplinarmente las preguntas derivadas de la implementación de las políticas (cómo usar las tecnologías y cuáles son sus impactos), motive en los escenarios en que se desarrolla y se interrogue así misma respecto de: para qué, para quiénes y con quiénes realiza estas acciones; de tal modo que los protagonistas de estos procesos ocupen un nivel central en la reflexión/acción en torno a estas preguntas fundamentales.